EDITORIAL
PROXIMA 41 / OTRA REALIDAD
Nuestra autenticidad está dada por una base de datos del genoma humano. El archivo molecular está conservado, bajo la forma de propiedad intelectual legal, en la base de datos de un laboratorio nacional que tiene el mandato de hacerlo públicamente disponible para el progreso de la ciencia y el desarrollo industrial. Éste es el hombre tipo taxonómico transformado en el hombre marca de fábrica”, dice Donna Haraway. Claro que el modelo de hombre del que habla es parcial. Se trata del varón, blanco, urbanizado, hablante de una lengua estándar, heterosexual, inscrito en la unidad reproductiva y ciudadano de pleno derecho de una comunidad políticamente reconocida. Piensen en todo lo que eso deja afuera. Y en el riesgo que la exclusión implica. Porque todo lo que es “otro”, puede ser instrumentalizado, usado y abusado en beneficio de, al estilo del subpueblo de Cordwainer Smith.
Pero hace mucho
tiempo que lo humano no se restringe a lo biológico, a la materia viva;
posiblemente nunca lo hizo. Hay una continuidad entre naturaleza y
cultura, una mediación tecnológica. Desde la primera vez que se usó una
piel de abrigo o se cocinó el alimento, pasando por la utilización de
bastón o anteojos, hasta llegar a las vacunas, los implantes, el hackeo
hormonal y la terapia genética, lo atravesados que estamos hoy por la
hiperconectividad, ¿cuánto tenemos de protésico?
“Los cíborgs
comprenden no sólo los fascinantes cuerpos high tech de los pilotos
militares, los atletas y celebridades, sino también las masas anónimas
del proletariado digital mal pagado, que nutre la economía global
tecnológica sin nunca poder acceder a ella”, dice Rosi Braidotti. Ya
estamos más allá del ser humano como complemento de lo maquínico, de esa
pesadilla de fines de los ´80s con criaturas como Robocop, un hijo del
Detroit de fábricas abandonadas, vaciadas de operarios; o en la versión
más ciberpunk con los campos de capullos-batería de los cuales se
alimentaban las máquinas en Matrix, no tan distintos de los infinitos
cubículos de un callcenter.
Con la
tecnología atravesándonos, hecha carne, los dispositivos extienden el
cuerpo, aumentan sus capacidades, pero fundamentalmente forjan
singularidades cognitivas, nuevas subjetividades, nuevas formas de
percepción. Somos bioartefactos.
El problema es,
como alerta Braidotti, que el capitalismo avanzado y sus tecnologías
biogenéticas generan una forma perversa de lo posthumano, reduciéndolo a
la lógica del beneficio. Entidades vivas, pero fabricadas, que puede
ser patentadas, como el oncoratón o las semillas de Monsanto, seres que
ya no tienen capacidad reproductiva (paradójico e inquietante sobre todo
en el caso de las semillas) porque la capacidad de reproducirse
arruinaría su valor como artículo comercial; igual que con la mascota
que los inversores le dejan a Rosa Araña en ese cuento de Bruce
Sterling.
En lo
posthumano hay oportunidad. La oportunidad de redefinirnos, de pensarnos
como parte de otro sistema de relaciones, entre nosotres y con todo lo
que nos rodea. Salgamos a construir esa nueva realidad.
Laura Ponce
* Chica PROXIMA de Lara Lee
No hay comentarios