Editorial PROXIMA 12 - PRIMAVERA


Lo que más le impresionó a Winston fue que el orador dio el cambiazo exactamente a la mitad de una frase, no sólo sin detenerse, sino sin cambiar siquiera la construcción de la frase. (...) Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental; Oceanía había estado siempre en guerra con Asia Oriental, cuenta George Orwell en “1984”

Por el engaño, decía Bolívar, se nos ha dominado más que por la fuerza.

Porque las herramientas menos obvias de la dominación son quizás las más efectivas.

En la novela de Orwell se habla de la Policía del Pensamiento, pero también de la neolengua, una adaptación del idioma en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el siguiente principio: Lo que no está en la lengua, no puede ser pensado.

Del algún modo, eso sucede también con la percepción de la realidad: si algo se niega durante suficiente tiempo, o se afirma la suficiente cantidad de veces, puede instalarse en el pensamiento individual o colectivo hasta volverse indistinguible de la verdad, hasta que esa versión sesgada parece la única posible.

Es notable el efecto que esto ha tenido en la elaboración del relato que es la historia (una versión concensuada del pasado), y en el modo en que esa reconstrucción (recordar es siempre reconstruir) afecta el presente. Si el proceso del almacenamiento y recuperación de recuerdos es complejo en individuos, mucho más en sociedades, y mucho más si hay intereses creados respecto a orientar las voluntades de tal o cual manera.

Nuestra única defensa es el pensamiento crítico, la actitud no complaciente, tratar siempre de cuestionar y de observar la realidad que se nos presenta desde diferentes puntos de vista, estar más atentos y no dejarnos manipular, no “comprar” cualquier cosa, no importa de quién venga.

Es como entrenar un músculo.

Debemos perfeccionar nuestra resistencia en la misma medida que se refinan los mecanismos del engaño. Más, de hecho, si queremos prevalecer.

Debemos transformar esa resistencia en un esfuerzo activo.

Debemos no sólo ser testigos sino también actores de nuestro tiempo.

Incluso si no estamos de acuerdo ni nos hallamos cómodos en ella (quizás sobre todo en ese caso) debemos ser capaces de leer y comprender la realidad en la que estamos inmersos. ¿De qué otro modo, si no es conociéndola, podríamos plantearnos la tarea de transformarla?

Esa resistencia activa se basa en no aceptar mansamente lo que nos parece injusto, es no entregarse a que “las cosas son como son”, es luchar sobre todo contra la noción de que no pueden ser cambiadas, de que no está en nosotros la fuerza ni la capacidad de hacerlo.

Esa resistencia se trata de comunicarnos, de debatir e intercambiar información, de buscar y construir alternativas.

Esa resistencia es dar batalla, del modo que podamos, desde donde podamos.

Es seguir creyendo que vale la pena.

Es, aunque todo parezca estar en contra, no darnos por vencidos.



Laura Ponce

4 comentarios:

  1. Estoy en un todo de acuerdo y agregaría que, la tarea que le sigue en trascendencia, es la comunicación. Sobre todo a los sectores que menores posibilidades tienen de tener acceso a ella y que son, en definitiva, quienes más lo necesitan.
    Un saludo cordial.

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  2. Gracias, Nedda :-)
    Y por supuesto coincido con vos: Es fundamental comunicar, debatir, compartir la información y las ideas, porque así se fortalece el espíritu crítico y también porque nos preserva a nosotros (que creemos que tenemos todo claro) de encerrarnos en la endogamia de ser siempre los mismos y perdernos de otros puntos de vista que pueden enriquecernos y fortalecer la gestalt.

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  3. Justo estoy cerrando el número 13 de la revista, que tiene que salir en marzo, y me gustaría publicar algo sobre esto. Querés escribirme algo para el correo de lectores? Podés dejármelo acá, como comentario en el blog, o enviármelo por mail a: ayarmanot@yahoo.com.ar

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